Para Rovetta los tres personajes claves en estos 75 años de la República Popular China son: Mao Zedong, Zhou Enlai y Xi Jinping.
Por Fabián Pizarro
Escritor y analista de temas sobre China, el uruguayo Pablo Rovetta debe ser uno de los latinoamericanos que mejor conoce la evolución de la República Popular China desde China. Ha visto en primera viajado más de 300 veces al “Gigante asiático” y ha participado en cientos de foro. Su vida está ligada a China desde los años 60, cuando su padre viajó por primera vez a Beijing.
En esta entrevista Rovetta nos cuenta cómo inició su vínculo con China, su visión de la evolución histórica y cómo la visualiza de cara al centenario.
Su padre fue el primero de la familia en visitar China en los 60 ¿Qué le contaba su padre de esos viajes?
En realidad, cuando mi padre viajó en 1966 y 1967 nosotros éramos bastante pequeños (somos tres hermanos; yo soy el del medio, y en 1966 tenía 8 años).
Sin embargo, recuerdo que lo que más destacaba era la hospitalidad y el trato recibido. Aparte de esto estaban las anécdotas del viaje. Estamos hablando de mediados de los años 60, y si hoy para llegar de Uruguay a China tenemos que hacer varias escalas, podemos imaginar lo que era viajar en esos tiempos cuando los aviones no eran tan modernos. Aparte de su paso por Moscú, nos contaba anécdotas de sus escalas en ciudades como Karachi o Bagdad, nombres desconocidos para nosotros entonces.

Usted llega por primera vez a China en el año 1975 ¿Cómo recuerda China en esos años?
Recuerdo sus calles llenas de bicicletas, mezcladas con los pocos autos que se veían entonces; los ómnibus y trolebuses; los jeeps, motos con sidecar y camiones del ejército, y los carros tirados por caballo incluso en la principal avenida de la ciudad. Era un “desorden ordenado” ya que prácticamente, y a pesar de ese tráfico tan caótico, era muy raro ver accidentes.
En un espacio muy amplio y llano, en Beijing no se distinguían grandes edificios, y al caer la noche, y con excepción de la avenida principal, la ciudad “desaparecía” en medio de una oscuridad agravada porque no había anuncios con luces de neón o porque los vehículos tenían prohibido encender las luces largas para no encandilar a los ciclistas. Las tiendas cerraban sus puertas temprano y prácticamente no había restaurantes en las calles.
Al llegar el invierno había días que se podía respirar el humo del carbón que se utilizaba entonces como principal fuente para la calefacción y que se pegaba a la ropa, ensuciándola.
La gente iba vestida de forma modesta, pero digna, y no se veían personas en harapos, y las calles y espacios públicos estaban limpios.
Era una China en la cual se trabajaba seis días a la semana. La vida no era nada fácil si la comparamos con la actualidad; se trataba de asegurar las necesidades básicas de la población y por eso sus habitantes tenían que usar cupones de racionamiento para los cereales, la carne, el aceite o la ropa de algodón. Los mayores “lujos” de entonces eran tener una bicicleta, un reloj de pulsera, una radio de mesa o una máquina de coser en casa.
Pero daba la sensación de ser un país “ordenado”, organizado, nada caótico, quizás con la excepción del tráfico. Nunca llegué a vivir un apagón eléctrico o cortes de agua. Los trenes eran puntuales, el servicio de correos era bueno, se cumplían los horarios…
Usted ha vivido, visitado y conocido China en distintas épocas a lo largo de tu vida. ¿Cómo ha visto el proceso de transformación de la República Popular China?
He tenido el privilegio de haber sido testigo de prácticamente las dos terceras partes de la historia de la República Popular, y por lo tanto del proceso de transformación de lo que se ha convertido ahora en una potencia mundial en muchos aspectos.
Ese proceso de transformación que pude vivir fue teniendo resultados espectaculares, pero a su vez fue muy paulatino en todos los aspectos, y lo sigue siendo hasta el momento. Paulatino desde el punto de vista sectorial y geográfico. China no adoptó, o por lo menos no lo intentó, medidas radicales que cambiasen una situación “de la noche a la mañana”.
Si se decidía hacer algún cambio en las políticas económicas o sociales, primero se “probaba” esa medida en una zona geográfica o en un sector determinado, se estudiaba el proceso del cambio, se rectificaban algunas cosas y, si al final los resultados eran positivos, ese cambio se iba extendiendo de forma progresiva a otras zonas geográficas o sectores de la vida económica y social.
Fue un proceso ordenado, pero no exento de problemas y retos. Fue como el viaje de un barco, con un destino claro, pero que según las condiciones del mar y de la climatología, debía ir rectificando su rumbo cuando era necesario.
Los resultados de ese proceso están a la vista de todo el mundo, y nadie puede negarlos.
Y esa gran transformación, no debemos olvidarlo, tuvo lugar, está teniendo lugar en un país de una gran extensión geográfica y, hasta hace poco, el más poblado del mundo.
La República Popular China cumple 75 años este 2024. Usted ha realizado más de 300 viajes a China. Si tuviéramos que hacer una comparación de tres épocas distintas para ver el progreso chino desde el 1975 (Su primer viaje a China), sus recuerdos de los años 90 y su último viaje ¿Cómo graficaría estos cambios?
Los cambios fueron espectaculares y en todos los aspectos -políticos, económicos, sociales-. Si una estaba, o está, unos meses sin ir a una ciudad, al regresar a ella se puede encontrar con un nuevo aeropuerto, una nueva línea de tren a alta velocidad, nuevas infraestructuras. Da la sensación de que es un país que no duerme y que está constantemente en movimiento y progresando.
Podría distinguir tres épocas distintas. La primera comienza con mi llegada al país en 1975, cuando aún vivía el Presidente Mao. Se estaban viviendo los últimos años de la llamada “Revolución Cultural” y las luchas internas ideológicas eran constantes y muy agudas. Ya he descripto el país en el momento de mi llegada. Me gustaría destacar, sin embargo, que en este primer período de mi estancia en China, y a pesar de que esas luchas ideológicas internas, se veía normalidad en las calles. No llegué a ver las imágenes tan conocidas de manifestaciones de guardias rojos, eso fue algo del período 1966-1968.
Esa etapa que viví va desde julio de 1975 hasta diciembre de 1978…un período de intensas luchas y polémicas ideológicas, de cambios progresivos y “tímidos” hasta la IIIª Sesión Plenaria del XI Comité Central del Partido Comunista que tomó la decisión de comenzar una política de “reformas y apertura”.
La segunda época empieza después de esa reunión con la aplicación de muchas políticas nuevas, y el “regreso” de algunas políticas del pasado -por ejemplo el volver a tener que hacer exámenes para entrar a la Universidad-. Es la etapa más difícil de la cual pude ser testigo, donde prácticamente -aunque, insisto, de forma muy paulatina- el país fue cambiando en todos los aspectos -políticos, económicos y sociales- desde los grandes cambios en el sector económico hasta en los más pequeños detalles de la vida diaria de la gente.
Fue el período donde ese barco del cual hablaba al comienzo, más tormentas tuvo que enfrentar, pero a su vez mayor fue el recorrido que tuvo que hacer. Ese largo período, al cual, por lo menos para mí, es difícil ponerle una fecha de finalización, fue el que sentó las bases para que China resurgiera en la vida económica, comercial y política mundial.
Ahí es donde sitúo la tercera etapa. Es cuando el presidente Xi Jinping comienza a hablar de “el sueño chino”. La de una China que se transforma en vanguardia mundial en muchos aspectos tecnológicos e industriales, que ya no puede ser humillada por otras potencias. Sin embargo, para mí lo más importante son los inmensos progresos en la vida del pueblo, en los aspectos sociales, y que llevan a la eliminación total de la pobreza, uno de esos “sueños chinos” de Xi Jinping.
Podemos encontrar en la historia países que también tuvieron períodos de alto crecimiento económico y desarrollo industrial, pero donde no se resolvieron los problemas sociales de la gente, el hambre y la pobreza. Y eso lo seguimos viendo hasta el día de hoy.
Modestamente, como testigo de cómo vivía un ciudadano chino en 1975 y la vida que lleva ahora, creo que puedo decir, con autoridad y con alegría, cuánto ha cambiado para bien la vida de la población de -no lo olvidemos nunca- uno de los países más poblados del mundo.
Si tuviera que establecer tres claves de este “Milagro Chino” en los últimos 75 años de la historia ¿Cuáles serían?
En primer lugar el trabajo y el sacrificio de su población y la determinación de sus dirigentes -en este caso el Partido Comunista de China- para “sacar el país adelante”, para progresar en todos los aspectos.
Por otro lado, la capacidad de autocrítica y de rectificación del Partido Comunista de China. Si se cometieron errores -y es obvio y normal que se hayan producido y se produzcan- los dirigentes del país tuvieron la valentía y el mérito de aprender de esos errores, hacer autocrítica, y rectificar lo que fuese necesario.
En tercer lugar, y en cierto aspecto relacionado con esto último, el pragmatismo y la capacidad para adaptar a las condiciones concretas de China principios como el marxismo, y construir así lo que ellos llaman, creo que con acierto, “el socialismo de características chinas”.
Si tuviera que hacer un podio de los personajes políticos claves desde 1949 hasta ahora ¿Cuáles son los tres más destacados o importantes de la República?
En primer lugar, y sin duda alguna, Mao Zedong, el fundador de la República Popular China que terminó con un siglo de humillaciones, agresiones extranjeras y una sociedad semi feudal. Sin Mao Zedong y el Partido Comunista por él dirigido no existiría la China de hoy.
Otro personaje para mí clave fue el Primer Ministro Zhou Enlai. Fue el “arquitecto” de la diplomacia china, y jugó un papel muy destacado en el acercamiento de la recién nacida República Popular con nuestra América Latina y el mundo de habla hispana en general. Si bien es verdad que la “apertura” comenzó después de la Sesión Plenaria de diciembre de 1978, China obtuvo una serie de importantes éxitos diplomáticos bajo la dirección de Zhou Enlai. No podemos olvidar el triunfo de la República Popular al regresar a su puesto en las Naciones Unidas en 1971, o el establecimiento de relaciones diplomáticas con Francia, en 1964, entre tantos otros.
Xi Jinping, por su parte, se ha convertido en la personalidad más importante y destacada de la China de los últimos años, de la China de hoy. Después de décadas de muchos esfuerzos y duro trabajo, la China de Xi Jinping se ha convertido en un actor indispensable en la escena internacional, en un país muy avanzado en muchos sectores industriales y tecnológicos, que ya no puede ser humillado o despreciado por otras potencias mundiales. Pero por encima de todo, y en un mundo donde lamentablemente persisten los problemas de hambre y miseria, ha logrado eliminar la pobreza de millones de personas y hacer que toda su población tenga una calidad de vida que no encontramos en otros países de nuestra América y otros continentes.

Vicente Rovetta (Padre de Pablo), junto con Mao Zedong y Zhou Enlai.
China, siguiendo su propio modelo político, económico y social, erradicó la pobreza extrema y está próximo a alcanzar el desarrollo ¿Hay algo que debamos aprender desde América latina de este proceso?
Son muchas las cosas que desde América Latina podríamos aprender de China, aunque es necesario recordar siempre que la clave del éxito de China fue el adaptar la teoría a las características propias de su país. Por ello, en mi modesta opinión, en América Latina no podemos “copiar” el “modelo chino” sino que es necesario tener en cuenta las características propias de cada uno de nuestros países.
Podemos y debemos aprender que la pobreza es algo que puede ser erradicado de verdad, no con acciones de “ayuda humanitaria” sino basándose en nuestros propios esfuerzos. Y eso será muy difícil de alcanzar si en nuestros países no existen organismos gubernamentales que de verdad hagan los mayores esfuerzos para terminar con las desigualdades sociales y se tomen medidas eficientes para lograr una mejor distribución de la riqueza.
En mi modesta opinión, eso será muy difícil de lograr en el entorno internacional, político y económico, en el cual se encuentran nuestros países.
Incluso en algunos casos de gobiernos que se consideran a sí mismo “socialistas”, no existe el espíritu de autocrítica, de pragmatismo, de adaptar la teoría a las condiciones concretas de cada país, como ha sido el caso de China.
El 2049 se celebrará el Centenario de la República Popular China. s ¿Cómo se la imagina en 25 años?
En muchos aspectos podemos decir que la China de hoy es el mundo del futuro. El país, como he repetido más de una vez, se encuentra a la vanguardia del mundo en muchos aspecto relacionados con la ciencia y tecnología.
Después de casi medio siglo de relación con China y de haber visto cosas inimaginables me es difícil, de verdad, imaginar cómo será el país en el 2049. Hay muchos factores para el futuro desarrollo de China que no dependen totalmente del país, sino del entorno internacional.
Si China sigue aplicando sus principios actuales de construir un socialismo con características chinas, poniendo el énfasis en el bienestar del pueblo, podrá tener en el 2025 un futuro brillante, una prueba de la tan famosa frase del Presidente Mao: “El camino es zigzagueante pero el futuro es brillante”. (“道路是曲折的,前途是光明的”).
Mi padre, Vicente Rovetta, junto con Mao Zedong y Zhou Enlai.
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