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Kaifeng: la ciudad que fue corazón del imperio y refugio de una comunidad milenaria

  • Fabián Pizarro Arcos
  • 14 oct
  • 4 Min. de lectura

Kaifeng fue motor económico del norte chino y en un imán para mercaderes, artesanos y funcionarios. 


Por Fabián Pizarro


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Kaifeng, situada en la fértil llanura del río Amarillo en la actual provincia de Henan, no es una ciudad cualquiera en la historia de China: es una de las ocho antiguas capitales del país, un cruce comercial y cultural que brilló especialmente durante la dinastía Song del Norte (960–1127) y que, en ciertos momentos de la Edad Media, puede considerarse la ciudad más poblada del mundo. Su nombre histórico —Bianjing o Dongjing— evoca mercados, canales, inventos y el pulso cosmopolita de una metrópoli que marcó el ritmo del imperio. 


Un lugar con memoria imperial


La ciudad de Kaifeng aparece en las crónicas chinas desde la antigüedad, pero su esplendor máximo llegó con los Song del Norte, que la eligieron como capital. Rodeada entonces por tres anillos de murallas y articulada por canales que la conectaban con otras regiones, Kaifeng se convirtió en un centro administrativo, comercial y artesanal. Era famosa por sus talleres, mercados nocturnos y por una sorprendente densidad urbana que incluía barrios especializados —desde joyeros hasta libreros— y una vida cultural vibrante. Entre los hitos materiales que sobreviven hoy destacan la Pagoda de Hierro (Youguo/”Iron Pagoda”), construcción del siglo XI que desafió guerras y crecidas del río y que hoy rescata esa memoria arquitectónica. 


La capital técnica y comercial del siglo XI


Más allá de su papel político, Kaifeng fue un laboratorio de innovación. En su ápice —los siglos XI y XII— la ciudad albergó grandes obras de ingeniería (canales, represas), una floreciente industria textil y alimentaria, y proyectos científicos como el famoso reloj astronómico de Su Song, que combinaba engranajes y mecanismos hidráulicos ocho siglos antes de que una tecnología semejante apareciera en Europa. Ese dinamismo convirtió a Kaifeng en el motor económico del norte chino y en un imán para mercaderes, artesanos y funcionarios. 


¿La ciudad más poblada del mundo?


Los cronistas y estudios modernos coinciden en que Kaifeng fue, en el periodo de la dinastía Song, una de las urbes más densas y pobladas del planeta medieval. Las estimaciones varían: algunos estudios y fuentes citan entre 600.000 y 700.000 habitantes dentro de las murallas; otras investigaciones y reconstrucciones históricas elevan la cifra a cerca de un millón de habitantes en su área metropolitana —lo que la situó por entonces por encima de grandes centros contemporáneos como Bagdad o Constantinopla—. Estas cifras reflejan tanto la concentración demográfica como la compleja economía urbana que la sustentaba (canales, comercio interior, producción manufacturera). Es importante recordar que las cifras medievales son estimaciones basadas en registros fiscales, textos viajeros y hallazgos arqueológicos, pero la convergencia de fuentes respalda la idea del tamaño extraordinario de Kaifeng en su época de oro. 


 

La comunidad judía de Kaifeng: un capítulo singular

 

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Entre las muchas facetas que hicieron de Kaifeng un cruce cultural único, sobresale la presencia —bien documentada— de una comunidad judía local. Llegada probablemente por las rutas comerciales desde Asia Central en los siglos X–XI, la comunidad de Kaifeng mantuvo sinagogas, textos y prácticas religiosas durante varios siglos. Los visitantes europeos como el jesuita Matteo Ricci recogieron testimonios sobre monoteístas en Kaifeng ya en el siglo XVII, y los estudios contemporáneos han reconstruido cómo esta comunidad se integró socialmente, adoptó rasgos chinos y, a la vez, conservó tradiciones hebreas hasta su declive gradual entre los siglos XVI y XIX. Aunque hoy la comunidad ha perdido en gran parte su continuidad religiosa —muchos de sus descendientes se asimilaron culturalmente—, el legado judío de Kaifeng sigue siendo objeto de investigación y de rescates patrimoniales que reconocen su singularidad dentro del mosaico religioso chino. 


Duelos con la naturaleza y la historia


El esplendor de Kaifeng no fue eterno. Las repetidas crecidas del río Amarillo, combinadas con guerras y asedios —entre ellos el asedio mongol del siglo XIII— erosionaron su poder político y su tejido urbano. En 1642 una inundación deliberada de las aguas del Amarillo, provocada en el contexto de conflictos internos, devino en una catástrofe que mató a gran parte de la población y arrasó barrios enteros; episodios así fragmentaron la grandeza urbana que había definido a Kaifeng. Aun así, la ciudad renació varias veces y ha preservado elementos monumentales y una rica memoria histórica que la convierten en una referencia obligada para entender la China premoderna. 


Kaifeng hoy: memoria, turismo y rescate patrimonial


En la actualidad Kaifeng es una ciudad de provincia con algo más de cuatro millones de habitantes en su prefectura (censo de 2020), pero su centro histórico y sus museos intentan revivir y conservar la herencia Song: calles reconstruidas, el Parque de la Pagoda de Hierro, excavaciones en el sitio de Dongjing, y proyectos que buscan poner en valor tanto su pasado imperial como su diversidad histórica. Investigadores, arqueólogos y visitantes convergen allí para rastrear las huellas de un pasado que, por momentos, fue verdaderamente global. 

Kaifeng no es sólo un nombre en los manuales de historia; es la historia misma de cómo una ciudad puede condensar la economía, la ciencia, el comercio y la convivencia cultural en un mosaico urbano. Hubo un tiempo en que sus calles bullían con la vida de cientos de miles —si no millones— de personas; otro en que fue un crisol religioso donde floreció la única comunidad judía bien documentada en China. Hoy, recorrer Kaifeng es asomarse a un espejo donde el pasado imperial, las tragedias naturales y la memoria de comunidades singulares —judíos incluidos— cuentan una larga historia del devenir chino. 



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