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Dazibao: Los murales que escribieron la historia política de China

  • Fabián Pizarro Arcos
  • 11 jul
  • 4 Min. de lectura

Los Dazibao (大字报), literalmente traducidos como “carteles de caracteres grandes”, fueron una forma de expresión directa que marcaron momentos clave de la vida política china durante el siglo XX.


Por Fabián Pizarro


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En la historia contemporánea de China, pocos elementos visuales han tenido tanto impacto político y social como los Dazibao (大字报), literalmente traducidos como “carteles de caracteres grandes”. Estos afiches manuscritos, pintados con tinta negra sobre papel blanco en grandes caracteres chinos, fueron una forma de expresión directa que marcaron momentos clave de la vida política china durante el siglo XX. Nacieron como herramienta de denuncia y crítica, y rápidamente se convirtieron en vehículos del maoísmo, en medios de propaganda, y también en instrumentos de r control ideológico.


El término “Dazibao” no es exclusivo de la China moderna; tiene antecedentes en la historia imperial, donde los murales públicos o cartas anónimas en murallas podían denunciar abusos de funcionarios o transmitir preocupaciones del pueblo. Sin embargo, su transformación en un fenómeno de masas ocurrió con el ascenso del Partido Comunista Chino al poder en 1949.


Un Dazibao consiste en una hoja grande de papel (a veces carteles que cubrían muros enteros) donde, con caligrafía fuerte y visible, se escribían mensajes dirigidos al público. Su objetivo era captar la atención de la población, ya fuera para exponer errores de algún funcionario, promover ideas políticas o convocar movilizaciones. No era sólo un instrumento de expresión: era un llamado a la acción colectiva.


El momento de mayor auge de los Dazibao fue, sin duda, durante la Revolución Cultural (1966–1976), el movimiento lanzado por Mao Zedong. En este contexto, los Dazibao adquirieron una dimensión masiva y se convirtieron en uno de los principales mecanismos para la lucha política y la movilización de las masas.


Todo comenzó en mayo de 1966, cuando Nie Yuanzi, profesora de la Universidad de Pekín, publicó un Dazibao en el campus acusando a las autoridades educativas de ser representantes de la línea burguesa y enemigas del pensamiento de Mao. El propio Mao Zedong lo elogió como “el primer Dazibao marxista-leninista”, marcando así su legitimidad y alentando su proliferación en todo el país. 


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A partir de ese momento, millones de Dazibao comenzaron a cubrir paredes de escuelas, fábricas, oficinas gubernamentales y espacios públicos. Grupos de estudiantes radicalizados, conocidos como los Guardias Rojos, los usaron para denunciar a profesores, funcionarios, compañeros e incluso a sus propios padres. Los Dazibao no sólo eran textos: eran actos políticos.


Los Dazibao tenían una doble cara. Por un lado, permitían a cualquier ciudadano, incluso sin acceso a los medios oficiales, expresarse políticamente. Eran una forma de participación directa en los grandes debates del país. Los Dazibao fueron una rara válvula de escape para expresar descontento, criticar políticas, o alinearse públicamente con el maoísmo.


Alguien acusado en un Dazibao podía ver arruinada su carrera o su vida. La práctica del “linchamiento moral” era frecuente, y los carteles se usaban como mecanismos para resolver disputas personales bajo la apariencia de lucha ideológica. La falta de pruebas o procedimientos no era un obstáculo: bastaba con la escritura pública para condenar.


Un Dazibao típico comenzaba con una denuncia o crítica fuerte, solía incluir citas del Libro Rojo de Mao, y cerraba con consignas revolucionarias como “¡Viva el Presidente Mao!” o “¡Destruyamos a los contrarrevolucionarios!”. La caligrafía era clave: debía ser grande, clara y enérgica, lo que confería a los carteles una fuerza visual casi teatral. La estética del Dazibao reflejaba la pasión de su autor y buscaba encender la conciencia del lector.


Los lugares más comunes para colocarlos eran las paredes de universidades, estaciones de tren, oficinas gubernamentales o fábricas. También podían encontrarse en pasillos interiores o salas de reuniones, creando un ambiente de constante vigilancia y denuncia.


Durante los años más intensos de la Revolución Cultural, el uso de los Dazibao era casi obligatorio. No participar en su escritura o lectura podía ser interpretado como falta de compromiso con la causa revolucionaria. Así, se generó una dinámica social en la que escribir un Dazibao podía ser una forma de autodefensa, una manera de demostrar lealtad, o incluso una estrategia para sobrevivir.


En este contexto, el Dazibao sirvió como una especie de “tribunal popular”, donde no había jueces ni defensa. Sólo la palabra escrita y el juicio colectivo. Paradójicamente, aunque nacieron como expresión de crítica, pronto se convirtieron en una herramienta para imponer conformidad ideológica.


Con la muerte de Mao en 1976 y el arresto de la Banda de los Cuatro, la Revolución Cultural fue oficialmente condenada por el Partido Comunista. A medida que Deng Xiaoping impulsaba reformas económicas y una apertura controlada, los Dazibao fueron perdiendo relevancia. En 1980, las autoridades comenzaron a restringir su uso, asociándolo con el caos del pasado.


Wei Jingsheng
Wei Jingsheng

Un breve resurgimiento ocurrió en 1978 con el llamado “Muro de la Democracia” en Xidan, Pekín, donde ciudadanos comenzaron a publicar Dazibao para exigir reformas políticas, libertad de expresión y críticas al régimen maoísta. El más famoso fue el de Wei Jingsheng, quien abogó por la “quinta modernización”: la democracia.


Hoy en día, los Dazibao han desaparecido casi por completo del espacio público chino. Algunos se conservan en museos como testimonio de una época intensa y conflictiva.


Los Dazibao fueron mucho más que carteles. Fueron herramientas políticas, armas sociales y manifestaciones ideológicas en uno de los periodos más turbulentos de la historia moderna china. Hoy, desde la distancia histórica, permiten reflexionar sobre el poder del lenguaje en las sociedades y sobre el delicado equilibrio entre expresión pública y control estatal.


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