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  • Fabián Pizarro Arcos

OPINIÓN: Adiós a Guillermo Dañino


La sinóloga mexicana, Adriana Martínez, despide con esta columna al profesor Guillermo Dañino.


Por Adriana Martínez González, Sinóloga y traductora mexicana


Me entristece profundamente informar el sensible fallecimiento del sinólogo, traductor literario, profesor universitario, actor y religioso peruano de 93 años, Guillermo Alejandro Dañino Ribatto, de nombre chino吉叶墨, acaecido en Lima el dos de enero del presente.

El profesor Dañino nació en Trujillo, Perú el dos de diciembre de 1929, el hijo menor de una familia de comerciantes acomodados. Desde joven se interesó por las lenguas extranjeras y las Humanidades. Aprendió de manera autodidacta francés, inglés e italiano, mismos que más adelante le permitieron formar una vasta biblioteca de consulta sobre China escrita en esas lenguas. Dicho corpus bibliotecario aparece referenciado en sus traducciones, que siempre contaron con un sólido respaldo e investigación académicos explicitados al final de cada capítulo para que el lector tuviera acceso a más información y puntos de vista. De hecho, la cantidad de bibliografía revisada y referenciada en sus textos es algo ya poco común, pues actualmente se trabaja a la velocidad de las redes sociales y con mucho menos tiempo para hacer las investigaciones profundas que hacía este estudioso. Asimismo, este afán de acumular conocimientos y compartirlo con el lector deriva de la ética y la visión traductora del sinólogo, para quien la traducción era un proceso de estudio.

Su vida se dividió en la enseñanza de las letras y la semiótica del español en su país de origen y su existencia centrada en China, país sobre el cual escribió su libro favorito, la Enciclopedia de la cultura china (Ediciones Lenguas Extranjeras de Beijing, 2013) una extensa obra única en idioma español que representa la cristalización final de su estudio de una lengua y cultura que aparecieron en su vida de manera absolutamente inesperada, pues una tarde mientras ejercía como profesor de Semiótica en tres instituciones distintas (PUCP, Universidad de Lima y Universidad de San Marcos) recibió una invitación de la embajada china para conversar. Acudió a la cita sin saber qué se le solicitaría y sin tener mayor conocimiento de aquel país, más que se trataba de un régimen comunista. Ahí aceptó la taza de té de su anfitrión, quien lo invitó a impartir clases en la Universidad de Nanjing. Sin saber mandarín, Dañino se hizo con su maleta y una libreta para apuntar vocabulario. Así empezó su trayecto en el que aprendió algunos saludos y los números del 1 al 10 con algún viajero chino con el que topó en su travesía transoceánica. Llegó a la China post maoísta de 1979 en la que aún se vestían las reglamentarias prendas azul marino de aquel período recién terminado. Comenzó impartiendo Literatura, Lingüística, Cristianismo y Mitología Griega a profesores de español de la Universidad de Nanjing que vivían en pequeños departamentos humildes de una sola habitación y que tenían la deferencia de hacerle compañía y llevarle libros en sus tardes libres. Pasó así sus primeros seis años en dicha ciudad sureña, disfrutando el carácter tranquilo, atento y poco apresurado de los chinos de aquella época anterior a los celulares, que platicaban con él de manera espontánea en las calles. Después se trasladó a Beijing a un pequeño hotel enfrente del templo de la Gran Campana. Ahí, mientras daba clases en la Universidad de Pekín, el portero le regaló Cien poemas de la dinastía Tang con transliteraciones al pinyin y que él decidió traducir al español como continuación de sus estudios del chino. Fue así como inició su carrera como traductor de poesía clásica china, género y período literario al que siempre dio prioridad en su labor traductora por tratarse de textos que concentran en sí los valores confucianos, budistas y taoístas que a él le interesaba difundir entre el público hispanohablante. La transmisión de valores de la cultura china fue el eje rector de su labor traductora, pues deseaba compartir una ética distinta a la cristiana vía los grandes autores y pensadores chinos. Es por eso que el grueso de su traducción está centrado en lírica, cuento, proverbios de toda extensión e incluso textos de enseñanza básica del idioma, así como algunos libros para niños, pues estaba consciente de la importancia de la educación de los más pequeños. Además de consultar a colegas chinos, como al traductor del Quijote al chino, el profesor Dong Yansheng, el académico contaba con su profundo conocimiento de la literatura en lengua española, de nuestro corpus poético, de nuestro refranero y de su lectura profunda de la Biblia, texto que leía tanto como el hombre de fe que era, pues pertenecía a la congregación de Hermanos Lasallistas, así como la de hombre de letras, consciente de que nuestra poesía amorosa, gesta, crónica y ensayo tienen su origen en este texto, calificado acertadamente por el teórico literario canadiense Northrop Frye como “el gran código de arte de Occidente.”

Otra faceta de la vida de este gran viajero y conocedor de múltiples paisajes de China fue su labor como actor. Representó todo tipo de personajes en 30 películas y documentales, desde el gran traductor italiano Matteo Ricci hasta los embajadores americanos en China, Patrick Hurley y John Leighton Stuart, faceta de su vida narrada en el libro ¿Y ahora quién soy yo? Experiencias de un actor peruano en China. Tras ganarse la vida dictando cátedra en el país asiático durante 25 años volvió al Perú, donde continúo su labor traductora y académica publicada por la Universidad Católica del Perú, editoriales chinas y peruanas y por el sello español Hyperión e incluso una editorial cubana.


Siempre atento y participativo, alentaba el diálogo y la discusión sobre qué elementos constituyen al sinólogo y cuál debe ser su formación en una Latinoamerica que, si bien se ha interesado en China, lo hace cada día más por sus lazos comerciales y sin contar con una sólida tradición propia de estudios de sinología. Asimismo y como muchos otros traductores, Dañino produjo su propia obra poética, aunque la suya es más una extensión de su labor como traductor, pues adaptó las formas métricas, las imágenes y la temática que regían la poesía de Du Fu al español y produjo su primer libro de poemas, Puente de porcelana.

Sus aportaciones fueron reconocidas por diversas universidades peruanas, así como el Colegio de Traductores de Perú, Lima, aunque la condecoración que más lo conmovió fue la de “Chino Honoris Causa” otorgada en la calle Capón de Lima, donde se develó una placa con su nombre.

Queda, por supuesto, mucho más que añadir a la biografía de este gran sinólogo y traductor, pero ante todo escribo estas líneas como tributo personal y muestra de mi cariño y admiración a su calma, su paz interior, su elegancia, su humor, su alegría, su curiosidad y su apertura intelectuales pues su legado, sus palabras, sus clases, sus conferencias, sus traducciones, sus glosas, sus entrevistas y su vasta obra son lo único que nos consuela en su ausencia.

Descanse en paz, Maestro, sabiendo que todos los que lo hemos conocido lo recordamos con cariño y admiración.









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